Monday, November 17, 2014

La ruta del dinero en las elecciones de Estados Unidos

La decisión de la Corte Suprema estadounidense de ampliar el rango autorizado de los aportes no regulados de dinero en las elecciones, ha hecho más difícil contrarrestar la compra directa de candidatos y resultados



“Seguir la ruta del dinero es una receta popularizada por la literatura y el cine para discernir los motivos de la actuación de la gente; es un eslogan y una útil clave para descifrar los misterios de los procesos sociales y las instituciones. En una sociedad que fija un valor monetario a todo, incluso a las opiniones, las ideas y los valores personales, el seguimiento de los dólares y centavos se convierte en una de las mejores guías para comprender los acontecimientos que tienen lugar a nuestro alrededor”.

Así lo recomienda el reputado periodista marxista Zoltan Zagedy el 9 de noviembre en su blog, ejemplificando este criterio con temas del proceso de las elecciones en su país.

Incluso antes de que los partidos dominaran la política y que la política partidista evolucionara hacia la política bipartidista, el dinero ha si­do elemento favorecedor de te­mas, cam­pañas y candidatos.

 En la medida que se evidenciaba que con mítines, propaganda, en­cuestas, etc. era posible guiar la opinión pública hacia resultados electorales sin recurrir a la corrupción o al cambio de opinión por soborno, la democracia electoral mantuvo un aura de legitimidad. Comprar resultados electorales era algo reprochable y sucio, pero la credibilidad de las elecciones, con campañas que des­piertan interés y compromiso, permanecía intacta.

Las nuevas y cambiantes tecnologías vinieron a proyectar una larga sombra en los procesos electorales. Medios noticiosos y de entretenimiento como la radio, recibieron ju­bilosos los dólares de la publicidad para promover campañas electorales. Ello erosionó la eficacia de las campañas tradicionales, dependientes del sudor y las suelas de los zapatos de los trabajadores involucrados en ellas.

Con la televisión e internet, el poder de los medios de prensa en los procesos electorales creció exponencialmente en detrimento del pa­pel de los sindicatos, las organizaciones defensoras de los derechos civiles y otros promotores tradicionales.

La reciente decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de ampliar el rango autorizado de los aportes no regulados de dinero en las elecciones, ha hecho más difícil contrarrestar la compra directa de candidatos y resultados.

Volver a los días felices de la de­mocracia electoral es, para los reformistas, simplemente una cuestión de establecer los límites financieros de las campañas y de las contribuciones de campaña. Ellos creen, o quieren hacer ver, que nivelando y limitando el campo del juego electoral, se restauraría la legitimidad manchada por el dinero.

Los partidarios de la reforma fi­nanciera de las campañas no parecen darse cuenta que el capitalismo es incompatible con procesos electorales auténticamente democráticos, independientes y transparentes.

El capitalismo erosiona y asfixia la democracia. Eliminar, o incluso reducir, el poder del dinero en la política, bajo un sistema capitalista es un imposible, asegura Zoltan Zagedy. Desde la época del New Deal del demócrata FD Roosevelt, el partidismo político y el flujo de dinero acompañante han estado ligados a la política de los dos partidos.

Las corporaciones y los más ricos dieron generoso apoyo al partido republicano que se oponía al New Deal, en tanto que el partido demócrata se benefició de los aportes de los sindicatos y otras organizaciones progresistas que sirvieron de contrapeso a esos recursos de los ricos y poderosos.

La televisión y el papel del dinero en la elección del demócrata John F. Kennedy, en 1960, marcaron un hito en la maduración del marketing po­lítico. Los llaveros, botones y bolígrafos de propaganda electoral ce­dieron su lugar a millonarios anuncios de televisión.

Las cosas empezaron a cambiar cuando el partido demócrata retiró su apoyo al pensamiento económico del New Deal. Disminuyó la fiesta comicial y aumentó el culto a la promoción de la celebridad y la personalidad. Con la publicidad y el marketing dominando las campañas elec­torales, una narrativa personal atractiva reemplazó al contenido de las candidaturas.

Hoy, el sistema bipartidista tiene a la política electoral bajo su férreo control, la disminución de la sustancia en la política alentó la actividad de los cabilderos sórdidos y el tráfico de influencias. Los políticos no se enfrentan a los poderosos con principios, porque la política electoral les ha apartado de los principios, dice el periodista.

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